Como viene siendo habitual cada último fin de semana de marzo se cambia de hora adaptando nuestros relojes al horario de verano. El cambio se producirá en la noche del sábado al domingo a las dos, debiendo adelantar nuestros relojes una hora hasta las tres, lo que significa que ese día tendrá una hora menos.
Durante la noche del sábado al domingo tendremos que adaptar nuestros relojes al nuevo horario de verano, el objetivo es ahorrar energía al aprovechar más la luz diurna. El ahorro de energía se da debido a que con el adelanto de hora en marzo la población gana una hora de luz diurna, con lo que el uso de electrodomésticos se reduce.
El cambio de hora es un hábito que se empezó a adoptar durante la Primera Guerra Mundial. Los países aliados pusieron en práctica esta idea para ahorrar energía, aunque no fue algo uniforme y se abandonó desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Después la Unión Europea encargó un estudio para comprobar los efectos del cambio horario con la conclusión de que el ahorro era más que perceptible, pero además se lograba una menor contaminación, el aumento de beneficios de la industria del ocio y la reducción de los accidentes de coche además de poder disfrutar de más horas de sol.
Aunque también tiene efectos negativos como la repercusión en nuestro organismo, aunque esto es algo temporal hasta que nos adaptamos al nuevo horario, superándose en dos o tres días, hasta entonces las personas más sensibles pueden sufrir trastornos leves, como dificultades en conciliar el sueño.